TEXTO / RESEÑA
Tamara Alegre
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¿Qué nos dice la lluvia? nos habla de un recorrido profundo, de viajes y búsquedas, donde la pregunta insistente sobre el origen, sobre quién soy - quiénes somos, a modo de pregunta antropológica, se construye y se expresa desde el litoral argentino.
Escribo desde Corrientes, lugar donde conocí a Amanda. Había sido, éramos dos nietas buscando su guaraní.
Encontramos en la etnografía “Entiendo pero no hablo” de Carolina Gandulfo (2007) las primeras respuestas sobre cómo operó el discurso de la prohibición del guaraní en nuestras familias. Somos una generación testigo de cómo se actualiza aún en tiempos de mayor valorización y visibilización, y a la vez, a quienes el guaraní insiste como pregunta, como deseo, como vínculo que nos liga a un colectivo más amplio y heterogéneo en las mismas búsquedas.
Gandulfo preguntaría ¿dónde vemos la persistencia del guaraní? la vi en las palabras tejidas de Amanda. Su biografía lingüística aparece como un ñanduti que anuda situaciones, voces, memorias y territorios. Cual etnografía encarnada, describe cómo siente propia una lengua "que no es suya" pero que a la vez habita su cuerpo, sus sueños, su canto, su danza, su relación con el paisaje.
Cada tanto, insistente, aparece la abuela, y con ella, la nieta deseosa de recuperar lo suyo, de re-posicionarse étnica e identitariamente.
Me gusta pensar que estos poemas son para las abuelas, hijas y nietas que / como Amanda / como yo / como tantas más / buscan su guaraní.
TEXTO / RESEÑA
Alejandro Méndez
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¿Qué pasa cuando dejamos que las cosas del mundo se manifiesten en su visibilidad y simultáneamente en su inmanencia se vuelvan invisibles?
¿Qué tiene el monte, qué tienen los ríos, qué palabras fueron prohibidas? Salvar una lengua para salvar a todas. Okañy, Amandaye, Ñandutí. Preservar el archipiélago del lenguaje, su ecosistema lírico y fundante.
En estos poemas Amanda Bisciotti trazó un camino inestable, dibujó una semilla girando en el aire, soltó algunas piedras para que sean guías, imaginó un sendero que se fuga, construido con versos y lapachos blancos.
Una cuchilla.
Crece entre la maleza algo salvaje que despunta en el brillo inesperado del estero.
No se trata del espacio abstracto, la fría idea de un lugar; sino de un territorio que se define en el movimiento. Ni puntos, ni mojones; tenemos un camino, una red de caminantes y sus azarosas intersecciones. Los lugares son como nudos y esos nudos puntos de encuentro donde se renuevan conversaciones perdidas.
Antes, mucho antes que un estilo hubo una visión que impregnó cada surco de la hoja y diseñó en el aire, por obra y gracia de la imaginación, el florecimiento desbordante. No brilló por la previsible fertilidad sino por la fe, ese límpido engarce del espíritu como espada que corta y enaltece.
Lectores, anímense a entrar porque todo está dispuesto para que circulen las voces, los ojos y, en especial los corazones. El ritmo les va a situar entre las cosas, en ese entre -refugio y posta de relevo- está el trote encabalgado de lo que se mueve y nace como poesía.